Esta etapa era especial porque hace dos años Manolo tuvo que abandonar el camino por enfermedad al llegar al monasterio. No pudo disfrutar como se merecía y como el lugar lo merece. Si hay un sitio para mi especial en todos los camino es este monasterio. Emana un halo de espiritualidad, de magia, de mística, incluso con un punto inquietante. Es maravillosa la portada, el claustro de peregrinos, los jardines... pero luego entras en las diferentes estancias y el mundo se desvanece. Te absorbe, te embauca, te sobrecoge. Asiste a Laudes con el canto gregoriano, visitas las cocinas, ... y la inmensa iglesia desnuda. Solo una cruz en el altar mayor y las filas de bancos. Grandioso, mágico. La sacristía con sus frescos en la pared que erizan la piel, algo muy especial tiene ese sitio.
Pero para llegar tuvimos que seguir las flechas verdes. Lo malo es que el día comenzó bonito pero luego estuvo lloviendo todo el camino salvo al final. Caminos embarrados, cuerpos empapados, botas chof chof... y eso no nos permitió gozar de la jornada como hubiese sido justo. La parte final es más fea porque se hace por carretera, poco transitada, pero carretera.
De todas formas es una etapa especial porque llega al monasterio... y eso son palabras mayores.
Comimos bien, servidos por una chica que a las 3 de la tarde servía las mesas en pijama y zapatilas de casa... como decía la genial Gracita Morales ¡¡¡SEÑORITO!!! ¡¡¡¡CÓMO ESTÁ EL SERVICIO!!!
Pero disfrutad de las fotos y en cuanto podáis visitad el lugar.
SOBRADO DOS MONXES.
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